La Sonrisa Eterna - 6



Diego:

Te escribo esta carta aunque sé que nunca tendré el coraje para entregártela. Te escribo esta carta a pesar de saber que aunque la leyeras, podrías no entender lo que quiero decirte, porque no sientes nada de lo que yo siento, al menos no por mí.

Hoy cumplo dos años de conocerte, dos años completos de soñarte, dos años de imaginarme tantas cosas contigo. Sé que es exactamente ese tiempo, porque hoy celebro dos años de haber comenzado a trabajar en el Centro Médico, y nunca podré olvidar lo que sentí al verte salir del ascensor al final de la tarde, fue como si me hubiesen sonreído desde adentro y me hubieran hecho cosquillas en el corazón. Seguro te pareceré cursi, pero así me sentí al verte. Además, te recuerdo muy claramente ese día, quizás porque no has cambiado en nada, sigues siendo el mismo hombre grande, hermoso, sonriente y amable que me sostuvo el ascensor y me dio las “Buenas tardes”, no por simple cortesía, sino sintiéndolo, con esa mirada franca y directa que me ha hecho extrañarla desde ese mismo día.

Si en verdad leyeras esto, si por algún ataque de insensatez o de descaro me atreviese a dejarte esta carta en tu escritorio, o quizás en el parabrisas de tu carro, sólo quizás… a pesar de que pudieras pensar que yo estoy loca o aún peor que eso, que soy una loca cursi, o incluso aún más allá: que soy una loca cursi cobarde, aún así, sólo con imaginarme que sabrías lo que siento, sólo con eso yo me alegraría y tendría un poco de paz.

Tampoco es que no pueda concentrarme, que me la pase pensándote y no logre acertar ni en un diagnóstico ni en alguna dosis, que trate de tomar los turnos en las horas en que sé que tú también estarás de guardia, que me esconda en cualquier pasillo sólo para verte pasar, o que soborne a tu secretaria con postres para que me cuente cualquier detalle de tu vida privada. Obviamente no me pasa ni hago nada de eso, es algo más grave que cualquier actitud obsesiva propia de una verdadera loca cursi cobarde, porque lo que sí me pasa es que conscientemente pienso en ti y recuerdo nuestras pequeñas conversaciones. Porque lo que sí hago, es imaginar que me miras por al menos un segundo más de lo apropiado y me dices que hay algo en mi sonrisa que te hace querer besarme y que hay algo en mi mirada que te hace sentir como con ganas de seguir viéndome.

Claro que es mucho más grave que ser una loca histérica obsesionada con un tipo que ni sabe de su existencia, porque en mi caso tú sí sabes quién soy, me respetas y sé que piensas bien de mí. Lo que lo hace grave es que hoy soy una mujer enamorada, que te admira, te desea y te valora por quien eres, por lo que haces, por lo que dices, porque además de ser un hombre muy atractivo y varonil, eres impecable en tu conducta y nunca tienes palabras ofensivas con nadie, porque eres atento, inteligente y simpático, ¡Porque eres bello completo vale!

Entonces, enamorada, así como me estaría descubriendo ante ti, si leyeras todo este disparate romántico, desesperanzado y sin sentido que escribo ahora, aprovecharía para decirte que no deberías sentirte incómodo en adelante conmigo, porque lo que ciertamente ha sido un sentimiento muy intenso, ha sido algo exclusivamente privado, algo sólo mío, y lo más importante, algo que no trascenderá ni continuará a partir de hoy. Porque así como estoy consciente de que mi atracción hacia ti es un sentimiento unilateral, puro, bello, por demás romántico e ideal, también estoy muy clara en que no está resultando sano ni justo conmigo, pues me deja siempre en un sueño constante, en un imaginar constante y ¿Por qué negarlo? hasta en algunas lágrimas de frustración y desamor, a veces, como cuando alguna cita termina mal y no logro evitar compararte y creer que contigo cualquier noche hubiera resultado más que perfecta.

En este papel escribo lo que siento por ti y creo que mayormente porque siento una necesidad tremenda de dejar de sentirlo. Creo que debo darme una oportunidad real fuera de todo sueño hermoso y romántico a tu lado, porque al final sólo seguiría siendo eso: un sueño. No puedo negar tampoco que el detonante de que yo quisiera reaccionar y revelarme a este sentimiento solitario que me está haciendo sentir muda e invisible, es el hecho de saber que vas a casarte, precisamente hoy escuché a unas enfermeras comentar que te casarías y eso me ha dado unas ganas terribles de llorar, algo que sé que es absurdo pero que igual me afecta, que me duele y que me grita que debo dejar de esperar por algún hecho fortuito que te haga notarme, que te haga desearme, que te haga amarme…

Y dejo aquí de escribir esta carta infértil, porque quiero dejar de pensarte y continuar viviendo, no tanto desesperanzada por no tenerte nunca, sino porque prefiero empezar a ilusionarme con que también yo encontraré un amor, como te ha pasado a ti, porque al no ser una loca cursi cobarde, debo preferir las sonrisas a las lágrimas, porque sólo escribir esto me ha empeorado el nudo que llevo en la garganta y ha hecho más profundo el vacío de mi estómago.

Es por eso que dejo de escribir esta carta y me despido de ti, no porque haya recordado que por estar pendiente de la noticia de tu boda, haya recetado una dosis equivocada a una paciente recién operada, o porque haya recordado que hoy no he revisado a qué horas estarás de guardia para anotarme yo también en ese turno, ni porque me acabe de dar cuenta de que me viste sentada en esta esquina escribiendo y viendo hacia tu consultorio, y mucho menos porque se me esté derritiendo la torta de helado que le compré hoy a tu secretaria para hacer que me contara los infinitos defectos de tu futura esposa. Nada de eso, recuerda que no soy una loca cursi cobarde. Es por lo primero, porque quiero que este escrito sea precisamente la receta que me cure el corazón y me sane la tristeza que llevo en el alma, desde que comprendí que lo mío, de sueño romántico pasó a ser un sueño absurdo y que debo reponerme y dejar de amarte.

Un beso inmenso,

Rebeca

Esta carta fue encontrada por Diego el miércoles siguiente a su nefasta propuesta de matrimonio, mal desarrugada sobre su escritorio, claramente sembrada allí por algún alma divertida y bastante sádica, luego de conseguirla a su vez seguramente en algún cesto de basura de la Clínica. El la leyó varias veces y no pudo evitar sentirse un poco reflejado en aquel desamor explícito, pues él mismo se estaba sintiendo sin piso y, al igual que Rebeca, no encontraba forma de evadir su vergüenza y su tristeza.

1 Response to "La Sonrisa Eterna - 6"

Unknown dijo...

verga ahora pregunto.... y la nena que le dijo ? que paso con gustavo ? y ricardo ? aaaaw que liooO !

Publicar un comentario

powered by Blogger | WordPress by Newwpthemes | Converted by BloggerTheme | Blogger Templates