Reina (coautoría con @asig31)


Esperaba en la estación con ganas de partir, con ansias de reencontrar a los seres más queridos. Leía un libro y bebía café, con las piernas cruzadas, perdiéndose en sus pensamientos mucho más que en la lectura. Lentes oscuros para ocultar su desvelo, el cabello suelto caía sin preocupación. Esa era la libertad que disfrutaba en aquella ciudad. Cada quien se ocupaba de lo suyo sin molestar o criticar a los demás. Una gran maleta, como siempre, la acompañaba.

Aunque no fumaba, el humo del cigarrillo no le molestaba, de hecho le recordaba aún más a sus familiares, que en su gran mayoría fumaban en todas las reuniones y fiestas. Buscó a su alrededor al responsable de brindarle gratos recuerdos estando aún tan lejos del hogar. Y allí estaba, gabardina negra y bufanda gris, algo despeinado, disfrutando de su cigarrillo y mirando hacia donde se encontraba ella. Le pareció raro que le llegara el humo desde tan lejos, pero era él, nadie más fumaba, al menos nadie que le llamara su atención.

Miró hacia atrás tratando de localizar el punto en donde estaban enfocados aquellos ojos azules, brillantes y hermosos de él. No había nadie. Ella volvió a mirarlo y el sonrió. Aquel hombre era un sueño. Ella pensó que quizás se había quedado dormida y se movió en su asiento. No, era real y estaba concentrado en ella. Ladeaba la cabeza mirándola, le guiñaba el ojo y se sonreía al notarla nerviosa. Ella podía jugar un rato. Así que también lo observó, lo recorrió totalmente y en su mente imaginó situaciones que la hicieron sonreír.

El ruido del tren la hizo volver a la realidad – Tan bien que la estaba pasando – pensó, manteniendo la sonrisa. Todos se movieron y cerraron su visual. Tomó entonces su maleta, cargó con su cartera en el hombro y subió al tren. Por la ventanilla trató de localizarlo pero ya no estaba. Suspiró y se preguntó si aquel ser había sido producto de su somnolencia y de su descarada imaginación, pero sabía que no estaba tan loca y que seguramente estaba en el mismo tren que ella, pero (por desgracia) en algún otro vagón.

El viaje duraría más de tres horas. No acostumbraba dormir en el trayecto, así que volvió a sumergirse en su novela romántico-policial. Luego de sólo tres páginas sintió un olor familiar, alzó la vista y allí estaba frente a ella nuevamente, a menos de dos pasos, de pie, sonriéndole…

– Hola, ¿Puedo sentarme a tu lado?

Angela Inciarte - @asig31




Ella no respondió, sólo le sonrió y se encogió de hombros, todo esto sin dejar de mirarse en las pupilas negras y brillantes de aquellos ojos perfectamente azules, de hecho le extrañó que no tuvieran manchas o vetas... – Azul puro – pensó, y remató su idea con una frase mental que la hizo intensificar su sonrisa para terminar mordiéndose ligeramente el labio: – Puro el ojo, oscura el alma – Supo entonces que lo que imaginó con aquel hombre mientras jugueteaba, mirándolo y sosteniéndole la mirada en el andén, había sido demasiado inocente, al menos en contraste a lo que quería imaginar ahora.

Luego de sentarse, ella cerró su libro y él comenzó la conversación:

– Me llamo Ernesto.

– Qué bien, Errrrrnesssstoooo… hmmm – y completó diciendo con tono y gesticulación cada vez más sugerente y pausada: – “Fuerte en el Combate”.

¿Cómo? – replicó él, casi entre dientes y sonrojándose un poco.

Que eso justamente significa tu nombre: “Fuerte en el Combate”, ¿O me equivoco?

– Nunca lo había escuchado, pero supongo que sí, es decir que sí aplica… ¿Y tú, cómo te llamas?

– Amira.

– Lindo nombre, como la princesa…

– Precisamente, soy toda una princesa, ¿No te parece?

En ese momento pensó que estaba exagerando, que esa no era ella, pero luego se dijo que ¿Por qué no? ¿Por qué no podría ser una mujer liberada? No había motivos para no serlo, ya tenía más de tres años separada y hacía casi un año que era legalmente divorciada. ¿Cuándo podría hacer lo que le provocara? ¿Cuándo podía comenzar a vivir de nuevo? Vivía sola, mejor dicho “era independiente”, viajaba regularmente y ya había cumplido treinta y cuatro años. No era más una niña y lo disfrutaba, decidiendo qué hacer y cuándo, pero hasta esa tarde no se había atrevido a mirarse nuevamente como mujer, a coquetearle a un hombre, mucho menos a ser tan descaradamente insinuante. Estaba despertando y lo sabía, así que no se siguió cuestionando y se dejó llevar por la conversación con aquel ángel de alma oscura, que la cautivaba y la intrigaba de igual manera.

Estuvieron hablando de cuanto tema inverosímil pudieron entretejer en el camino y siempre se sintió ligera y fresca, hasta bella, considerando que no tenía casi maquillaje y que venía de una jornada de dos días ininterrumpidos de compras por todo el centro de la ciudad. Estaba consciente de que apenas y se ocupaba de su imagen en aquellos días, que ahora como proveedora de las tiendas de bisutería de los pueblos más al sur del país, estaba más dedicada a las cuentas y los catálogos que a ella misma. Aún así comprendió que era hermosa, diferente de la muchacha en el vestido de novia, que más pareció una niña en su primera comunión, supo que su tiempo estaba llegando y que en ese viaje estaba precisamente comenzando su reinado. Se sintió además inteligente y divertida, por un momento hasta recordó a su ex marido y lo cacheteó en su mente, diciéndole “¡Viste precocito q el vacío eras tú!”.

Rodney Gardie - @CuenteroQuemao

1 Response to "Reina (coautoría con @asig31)"

Anónimo dijo...

Vaya Viaje el de Amira! Los mejores viajes definitivamente son estos, los que te llevan a breves y exquisitos despertares... Me encantó.

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