El Premio


Según contaron las enfermeras, las versiones de quienes presenciaron su desmayo coincidían en la fuerte impresión que les causó aquel desvanecimiento abrupto, más por la forma en que se cayó que por la propia caída, pues imaginaron que se trataba de alguna baja en la tensión arterial o algún desmayo común o natural dado su avanzado estado de gravidez. Efectivamente, Laura se precipitó al suelo como una escoba dejada sin apoyo o una escalera a la que le quitaron el soporte, con total ausencia de reflejos protectores, directo al suelo, sin vestigios de actitud de supervivencia, de frente, golpeándose la barriga de la forma más dolorosa posible, según comentaron aquellos que la vieron.

Lo que sucedió a aquel primer diagnóstico fue cada vez más intenso y preocupante, la infección primaria por HIV, desconocida hasta entonces, había dado paso a una cadena de complicaciones totalmente insospechadas para Laura, al menos hasta la tarde de enero en que se desplomó a las puertas de una estación del metro y terminó hospitalizada en el Centro Médico, a apenas tres cuadras de su casa y con la memoria hecha trizas. Al principio dudaba hasta de su propio nombre, no estaba segura de su edad y apenas reconoció a su madre, cuando ésta la visitó en la clínica seis días después de su angustiosa desaparición.

Eran casi las seis y estaba camino a una reunión de Alcohólicos Anónimos, la última antes de su parto, pues tenía planificado irse a Mérida y estar allá el mes y algo que le restaba para dar a luz y, además, pasar los primeros meses de su nueva condición de madre rodeada de su familia, puesto que en Caracas sólo tenía amigos y compañeros de trabajo. Ese fue el último día que recordó haberse sentido alegre y optimista.

Había estado asistiendo a aquellas reuniones desde su primer mes de embarazo, cuando comprendió que no podía ignorar más su problema, porque hasta su barriga era consecuencia de alguna de sus indescriptibles borracheras, porque ya eran tan frecuentes sus pérdidas de memoria a la mañana siguiente de cada una, que no podría estar segura de dónde ni con quién habría estado, mucho menos qué habría hecho. Fueron entonces, su ya desconocida vergüenza y el más puro temor a dañar a su futuro bebé, los que la llevaron a buscar ayuda en aquel grupo de adictos en vía de recuperación, al cual le tenía tanta aversión, y fue precisamente con el apoyo y la solidaridad de sus compañeros de causa, que Laura consiguió sobrellevar un poco mejor sus estados de ansiedad, así como la depresión y angustia que le causaba ser madre soltera (de padre incógnito) y alcohólica, o como ella misma se llamaba sin tapujos: borracha perdida.

Se puede decir que hasta aquella tarde, Laura estaba sintiendo que recuperaba lentamente el control de su vida y que ya podía sentir alguna diferencia en los cada vez menos intensos desesperos matutinos por beber y las cada vez más cortas noches de insomnio. Percatarse de sus pequeños pero positivos cambios la reanimaba y le aportaba impulso a su determinación de rehabilitarse, para poder ofrecerle estabilidad y dignidad a su bebé, quien era realmente inocente de aquella situación y que merecía al menos buenas oportunidades, y no presenciar ninguna escena de traspiés, imprudencias e impertinencias, propios de los borrachos, propios de ella borracha, sin contar con las escenas degradantes e inmorales que ni siquiera Laura recordaría a la mañana siguiente, cuando despertara no con máscaras hidratantes en su rostro sino con los restos de sus excesos y hasta de su propio vómito.

Rodrigo estaba sano. La terapia antirretroviral para ella en las últimas semanas del embarazo, la cesárea programada para evitar al máximo el contacto del bebé con la sangre de Laura, el tratamiento para Rodrigo en los primeros días después del nacimiento, así como el no haber sido amamantado por ella para eliminar al máximo los riesgos de transmisión del virus causante de la inmunodeficiencia en su madre, permitieron que antes de cumplir su primer año de edad, Laura pudiese escuchar de su hijo perfectamente sano un primer fraseo torpe de: “ma-má”.

Sin embargo, ella recorría el camino contrario al de su bebé. Luego de dar a luz desarrolló un cuadro grave de toxoplasmosis y neumonía que la fue consumiendo drásticamente, al punto de no dejarla salir a la calle por la debilidad y mantenerla aislada para evitar nuevas infecciones, pues su sistema inmunológico reaccionaba apenas por semanas a los tratamientos antirretrovirales y las recaídas eran ya la constante.

Entonces, cuando se sintió en un punto de no retorno, Laura le pidió a su madre que cuidara de su hijo, que lo guiara y ayudara a crecer sano y listo, con herramientas suficientes para evitar caer en los errores que ella no pudo esquivar. Así, le pidió incluso que le hablara claramente sobre ella y sobre lo que había sido y lo que había hecho, que le contara todo, lo bueno y lo malo; y que principalmente pudiera comprender que él había sido su mayor alegría y satisfacción, que lo amaba y que era el único premio positivo de su carrera absurda y sin frenos, esa que la empeñaba en desconocer que debía quererse y que siempre tenía razones para hacerlo, que no debía avergonzarse de pedir ayuda cuando sintiera que alguna situación lo sobrepasara, que supiera que ella sentía mucho no haber sido menos imperfecta y que soñara en grande, para que su premio pueda ser tan bello como él había sido para ella en ese corto tiempo, pero que él sí logre disfrutarlo.


(los nombres y lugares han sido cambiados para proteger la privacidad de los personajes)

7 Response to "El Premio"

eKKa dijo...

que triste :( pero que real... lamentablemente se dio cuenta tarde q llevar una vida de excesos no trae ningun beneficio... y q no la dejaran disfrutar de su premio... buena historia Cuentero...

Claris Trigueros dijo...

Si apreciáramos realmente el "premio" que es la vida, no abusáramos tanta de ella.

Y pensar que esta realidad está alli latente dejando sombras y futuros débiles.

No queda de otra hay que escribir de esto hasta que cedan las vendas de los ojos.

@JocelynParra dijo...

ay flaco, que rudo, hermoso, pero rudo, maravillosa lectura para reflexionar.

Angela Inciarte dijo...

Crudo y real como la vida misma...
Actuar sin pensar, sin limites, sin conciencia...
A veces, se toman las decisiones demasiado tarde...
Tan tarde que no da tiempo de disfrutar los regalos de la vida...

REINALDO dijo...

Con este relato llore ,me metí en la historia

Rodney Gardie dijo...

es dura... gracias por tu comentario... :-)

Fred dijo...

Wow.. Lo malo es que Laura se estaba empezando a enderezar, tomo le decisión por su hijo, pero ya era tarde. Es rudo despedirse de un hijo, pero bajo sus circunstancias debió serlo aún más. Excelente Rodney.

Publicar un comentario

powered by Blogger | WordPress by Newwpthemes | Converted by BloggerTheme | Blogger Templates