Suerte




Nunca sabrás cómo lo siento,
ya ocultando estoy experto,
y es que de tanto estar expuesto,
me he caído y levantado
como lo hice un día por ti.

Nuestro momento no fue el mejor,
aún recuerdo tu rencor,
y por más que yo te amara,
aún a costa de mi alma,
no podías verlo y ya lo sé.

Entenderás que no te extraño y no te siento,
aunque al pensarte sí hay amor.
descubrirás que si me buscas no me encuentras,
porque ha cambiado hasta mi olor.
que no hizo falta todo este tiempo para llegar a lo que soy.
porque dejarte no fue mi muerte, fue mi suerte.

Siempre quisiste estar presente,
y aunque yo evitara verte,
tú propiciabas los encuentros,
pero tuviste ya tu tiempo,
y ahora yo soy el que no puedo.

Yo no niego lo que sentí,
pero sé que no estoy por ti,
y no se trata de desquite,
no era así que yo quería,
estar contigo para este día.

Entenderás que no te extraño y no te siento,
aunque al pensarte sí hay amor.
descubrirás que si me buscas no me encuentras,
porque ha cambiado hasta mi olor.
que no hizo falta todo este tiempo para llegar a lo que soy.
porque dejarte no fue mi muerte, fue mi suerte.

Entenderás que no te extraño y no te siento,
aunque al pensarte sí hay amor.
descubrirás que si me buscas no me encuentras,
porque ha cambiado hasta mi olor.
que no hizo falta todo este tiempo para llegar a lo que soy.
porque dejarte no fue mi muerte, fue mi suerte.


14 de Febrero



Sabías al abrazarme aquella noche antes de irte
que me sembrabas la angustia por volverte a ver
y luego de dos semanas sin saber cómo hablarte
con la peor de las excusas por fin me atreví a invitarte
en la noche más imprudente y romántica
desde la cual no pude dejar de pensarte
de quererte y de soñarte
de esperarte y de encontrarte


Hoy se me antoja imaginar que estamos juntos todavía
que nunca me pediste que te diera aquel espacio 
que nunca me dijiste que sería mejor separarnos 
que hasta anoche dormimos abrazados
y esta mañana como siempre lo haces
me besaste antes de terminar de despertarte


Hoy se me antoja imaginar que tu olor sigue en mi cama
que aún quiero llegar temprano a aquella casa
para abrazarte y sentir tu piel y tus ganas  
creer que seguimos viendo los mismos programas
y que no hay más silencios ni miedos en mi alma


Hoy se me antoja imaginar que nada nunca cambia
Hoy se me antoja creerme completo y en calma
Se me antoja porque te pienso
Se me antoja porque aún te quiero
Se me antoja que hoy sea ese 14 de Febrero.


Sabías al abrazarme esa mañana al despertar
que me aumentabas la angustia por volver a tenerte
y luego de seis semanas sin poder vivir sin verte
con la peor de las excusas nos mudarnos juntos
y en esa tarde tan impulsiva y romántica
en la que comencé a amar tus defectos 
y a necesitar tu risa y a extrañar tus manías
a sentirte y a adorarte
a esperarte y a encontrarte


Hoy se me antoja imaginar que estamos juntos todavía
que nunca me pediste que te diera aquel espacio 
que nunca me dijiste que sería mejor separarnos 
que hasta anoche dormimos abrazados
y esta mañana como siempre lo haces
me besaste antes de terminar de despertarte


Hoy se me antoja imaginar que tu calor sigue en mi cama
que aún quiero llegar temprano a nuestra casa
para escucharte y para mirarte
para besarte y que sientas mi piel y mis ganas  
creer que seguimos viendo los mismos programas
y que no hay más silencios ni miedos en mi alma.


Hoy se me antoja imaginar que nada nunca cambia
Hoy se me antoja creerme completo y en calma
Se me antoja porque te pienso
Se me antoja porque aún te quiero
Se me antoja aunque sé que no hay nada eterno 
Se me antoja que hoy sea ese 14 de Febrero.







Si me dejas




Como cualquier otra ama de casa de su urbanización, mientras disfrutaba de la cola diaria para pagar en el supermercado, ella no pudo evitar escuchar lo que hablaban dos señoras delante de ella. En efecto, en esta oportunidad no tuvo que recurrir a las poses falsas que acostumbraba para acercar sus oídos a las conversaciones ajenas, sino que las risas y el descaro de aquellas mujeres hacían todo el trabajo por ella. Total que destruían al yerno de una de ellas, de la que parecía tener el cabello coloreado con Merthiolate, porque aunque era rojo, aquello no parecía fruto de ningún tinte, Gabriela no podía dejar de verle el cabello y pensar que eso se lo había hecho ella misma, porque se negaba a creer que esa señora hubiera pagado en una peluquería porque la hicieran parecer payasa de circo barato.
Ese cabello y esa conversación la cautivaban tanto seguramente porque por aquella época sus días transcurrían sin grandes asombros, entre ser chofer de sus hijas temprano para llevarlas al colegio, lo mismo que para buscarlas al mediodía y luego llevarlas a las clases de flamenco, gimnasia o a las reuniones de los Scouts, dependiendo de si era lunes, miércoles o jueves, así como dedicarse a limpiar hasta lo que no estaba sucio en cada rincón de su casa, y por supuesto, cocinar tres o cuatro veces al día. Así, sus amigas eran aquellas infaltables presentadoras de los talk shows latinos de las mañanas, y sus fantasías se limitaban a las intrigas e ilusiones de las protagonistas de las novelas de las tardes. Aquella vuelta por el supermercado era su único entretenimiento vivencial, el único sitio en donde interactuaba con gente, al menos con personas que no le pedían que se apurara manejando o que no le reclamaban por no cocinarle su comida favorita. Para esa gente Gabriela era exitosa.
Quien la veía bajarse de aquella camioneta del año para hacer escala al final de la tarde por el supermercado, trajeada, peinada y maquillada como ejecutiva de agencia de publicidad, pensaría que se trataba de una profesional guerrera, de esas que aún pudiendo delegar en algún personal de servicio aquellas tareas hogareñas, fabricaba el tiempo para encargarse personalmente de realizar ciertas compras de lo que hiciese falta en su cocina, imaginando incluso que algún día de la semana hasta se las ingeniara para administrar su tiempo y ser ella misma quien preparara el almuerzo de su familia, como una muestra del amor sacrificado de madre, de las que incluso adoptan a sus maridos como otro hijo más, alguien a quien consentir y cuidar incondicionalmente. Pero quien pensara eso sólo viéndola, estaría acertando únicamente en que Gabriela era una profesional, porque contrario a lo que aparentaba, ella se las ingeniaba era para llenar sus horas ociosas cada día, para lo cual la visita al supermercado se le había convertido en una opción muy entretenida en aquellos días.
Siempre trataba de mantener su mente ocupada, en lo que fuera, todo con tal de no dejar oportunidad a su conciencia de estrujarle en los ojos la soledad y frustración que le había dejado aquella serie de decisiones que la llevaron a mutilarse profesionalmente, transformándola de Ingeniera Electricista en una ama de casa por debajo del promedio. Por debajo, porque ella suponía que el promedio se encontraba si no contenta, al menos cómoda con su ocupación. No se permitía pensar en eso, y tampoco dejaba espacio para reparar en que paralelamente a aquel cambio de oficio, todo en ella había experimentado un desvanecimiento progresivamente regresivo. Así paradójico y todo, su vida avanzaba hacia el retroceso de las conquistas más elementales de la mujer moderna.
Había pasado de ser una joven emprendedora y brillante, primera en su clase y con amplias oportunidades laborales, a ni siquiera ser experta cocinera, porque ni siquiera su esfuerzo y dedicación le reportaban aunque sea una palabra o un gesto amable o agradecido de sus clientes internos actuales: su familia. Para su esposo ella era una completa inútil y para sus hijas ni siquiera existía. De haber sido un espléndido y consentidor novio, catorce años después pasó a ser un total inconforme y crítico esposo, espléndido ahora sólo en menosprecios y comparaciones vejatorias hacia ella y todo lo que hacía. Seguramente aquella ausencia de amor propio era lo que hacía que sus hijas la consideraran como menos que una esclava. Siendo esa realidad tan pesada y asfixiante, Gabriela no podía hacer otra cosa que distraer su mente y tratar de salir victoriosa aunque sea en esa batalla, contra su propia mente.
Lo que había escuchado aquella tarde, de boca de esa mujer con cabello tan alarmante como su propia lengua, la había dejado pensativa. ¿Sería verdad que esa mujer de más de sesenta años, en un descuido de su yerno, le habría abierto el celular para sacar la mini tarjeta de memoria externa y revisar desde su propio celular las fotos que él tenía guardadas allí? ¿Habría sido capaz de todo aquello para demostrarle a su hija que su esposo no sólo le era infiel sino que se tomaba fotos y hasta videos con sus amantes? Eso no sólo era algo totalmente rebuscado, sino que le hacía click en su cabeza, alineándose perfectamente con sus sospechas hacia su propio marido.
Alfredo estaba muy misterioso con su teléfono, aún careciendo de toda necesidad para ello, pues su esposa no sólo era incapaz de invadir su privacidad, sino que hasta le tenía miedo. A esas actitudes cada vez más extrañas de su esposo con su teléfono, se le sumaban las llegadas tardes carentes de explicaciones y más recientemente los rumores entre su propia familia de las indiscreciones públicas con varias clientas y hasta compañeras de trabajo. Por esto, cuando Gabriela escuchó aquella argucia investigativa de esa suegra de cabeza incendiaria, sintió que no se trataba de una casualidad aislada, que aquello bien podría ser un hecho del propio universo conspirando para lograr su liberación, como había escuchado tanto a Gabriel en su programa matutino de lectura del tarot y astrología.
Así fue como decidió que esa noche, mientras su esposo estuviera atormentándola con su concierto de ronquidos, ella irrumpiría entre sus cosas y trataría de extraer alguna imagen o video comprometedor de la memoria de su celular. Sabía que le aterraba todo lo referente a esa locura de cuaima celosa, pero también sabía que no se detendría, ni por el miedo a ser descubierta, ni por el miedo a lo que fuese a descubrir.
Pero ya cuando se disponía a abrir el celular y retirar la batería para llegar hasta la memoria extraíble, dejó de escuchar los estruendosos ronquidos de Alfredo, lo cual la terminó de quebrar, pensó que se había despertado y que la encontraría revisando entre sus cosas, así que dejó todo tal y como lo había encontrado y volvió a la cama sin hacer ruido, para descubrir que su esposo nunca se había despertado, sólo había cambiado de posición, dejando la habitación en un silencio aún más desesperante, que la acompañó en aquella larga noche donde sólo le quedó pensar y llorar, en el mismo silencio de la respiración del marido, pero a diferencia de su descanso, lo de ella era sólo angustia, tormento y rabia.
Al despertar, Alfredo no la consiguió en el cuarto, pero eso no le causó ninguna extrañeza pues casi nunca reparaba en si ella estaba o no cerca. Sin embargo al salir de bañarse, la encontró sentada serenamente en el borde de la cama, desde donde con una inesperada actitud retadora y directa, Gabriela comenzó a hablarle sin dejar que él la interrumpiera, como acostumbraba a hacerlo:
- Buen día Alfredo. Esperaba que salieras del baño porque necesito que me escuches. Estoy harta de sentirme, mejor dicho, estoy harta de no sentirme, de estar a tu lado deseando que no estés cerca, de que me minimices constantemente y me trates, no, que me maltrates como lo haces. No soportaré ni un insulto más de ti. No toleraré que sigas humillándome, ni en privado ni en público. Estoy cansada ya de ser un objeto inútil en esta casa y que me hagas sentir como un juguete viejo que nadie quiere. No puedo soportar más que me neutralices como persona, como mujer, que yo no tenga voz, que mi opinión no cuente y que mis sentimientos sean menos que mierda para ti. Yo soy una mujer profesional, inteligente, y sensible, y no soportaré que sigas mandando sobre mí. Así que, si me dejas, si me lo permites, yo me quiero divorciar de ti. – 

Sólo Sueños (Daniela III)


Habían pasado más de dos meses y lo único constante en su día a día eran los sueños, la mayoría de los cuales eran perturbadores y tristes. Aún no tenía idea de lo que había pasado aquella noche en que murió su padre, sin embargo, estaba convencida de que había tenido algo que ver con su asesinato y eso la mantenía aterrada en silencio. Estaba medicada para mantenerse dormida el mayor tiempo posible, así que cuando no estaba durmiendo tampoco se podía decir que estaba realmente despierta, pues parecía un fantasma recorriendo la casa de su prima Alejandra. Apenas se levantaba para comer y rara vez se le podía encontrar asomada en la ventana de la cocina, donde veía pasar por horas a las hormigas de una rama a otra del árbol de mango que cubría aquella vista.

Ahora su mezcolanza de recuerdos se aderezaba con las incoherencias de sus sueños. En la última semana le dio por soñar con su madre, al menos ella sabía que era su madre, pero tampoco es que le podía ver claramente el rostro, se trataba de situaciones en las que ella era muy pequeña y veía a una mujer interactuando alrededor de ella, todo en los sueños va siempre bien hasta que su madre comienza a llorar y gritar descontroladamente, ella tiene ganas de llorar también pero es más el susto que la tristeza, así que siente que le duelen los ojos pero que no logra llorar, luego su madre se calla y no la vuelve a ver. Total que despertaba pensando que lejos de mejorar cada vez estaba más loca. 

Aunque quiso evitarlo, terminó obsesionándose con la muerte de Rogelio. Cuanto más trataba de no pensar en eso, más entretejía sus versiones sobre cómo había transcurrido aquella trágica y violenta noche. Por una parte pensaba que no había tenido nada que ver con aquello y que la sangre había aparecido sobre ella quizás como un aviso, por alguna conexión espiritual intensa entre ella y su padre, como cuando la virgen lloraba sangre, sólo que ella no era virgen desde hacía mucho y que tampoco era pegada a su padre. Era la hipótesis más loca de todas, pero no podía descartarla completamente, total que si su prima aún siendo psiquiatra estaba obsesionada con verse como Shakira, ¿Por qué no podía su cuerpo ser una versión morbosa de una aparición mariana del siglo XXI?

La versión que más la angustiaba, porque creía más en ella, tenía muchas variantes pero un sólo punto en común: ella era la responsable directa de la muerte de su propio padre, la asesina loca y desmemoriada, pero la asesina. Según el análisis de los hechos y las pruebas que conocía, ella habría discutido con su padre y lo habría acuchillado múltiples veces en su propio cuarto. Lo que no tenía nunca sentido era el por qué de aquella discusión, pues no daba con alguna razón que la hiciera reaccionar tan violentamente contra su padre. Sobre los supuestos asesinos, ella pensaba que eran unos carroñeros que al encontrar al muerto no lograron controlarse y le robaron lo que pudieron, pero no habrían tenido mayor participación en el crimen que la tenía tan desconcertada y triste.

Esta versión la atormentaba mucho porque no le encontraba un motivo racional acorde a la magnitud de aquella carnicería, pero lo cierto es que estaba muy consciente de que ella no era nada racional en aquellos días, por lo que también podría tratarse de un hecho fortuito producto de su evidente insania mental, un evento casual que terminó pagando muy caro su padre, por quizás estar en el sitio y en el momento menos oportunos. Lo que es igual a decir que lo mató porque estaba loca y ya.

También cabía la posibilidad de que ella lo hubiera conseguido ya muerto, lo abrazara desesperada y esto causara su apariencia ensangrentada la mañana siguiente y que producto de aquella impresión tan dolorosa, Daniela hubiera terminado por freir la pasta con albóndigas que tenía ya por cerebro, porque igual estaba clara de que no había estado bien desde mucho antes, pero no se recordaba tan aturdida como ahora. Así, lo habría encontrado muerto y se habría vuelto loca de la impresión. Que la policía no haya encontrado nada que la incriminara hacía esta versión algo más probable, pero igual existía algo en todo eso que no la dejaba creerlo, quizás el saberse tan desequilibrada, lo cierto es que no sabía nada concreto.

Tenía también en su mente la idea de que ella había participado junto con aquel vigilante y otro cómplice en el asesinato de Rogelio, pero si fue así, ellos ya la habrían delatado y no sería la “drogada durmiente” en casa de su prima sino que estaría presa desde la primera semana de investigaciones. Lo cierto es que por más desligada que se encontrara de su padre, no podía entender como ella iba a estar involucrada en su muerte, en el fondo sí lo quería, aunque su relación con él siempre había sido de desencuentros y discusiones, pero nunca radicales o definitivas, de hecho sus peleas con Rogelio eran tan absurdas que debían tener un origen desconocido propio de las personalidades de ambos y no consecuencia real de posiciones y opiniones francamente defendibles, quizás la pripia falta de su madre, lo cual pudo haber aprotado cierto equilibrio en su hogar, o quizás se trataba de incompatibilidad de signos, como ella era Tauro y él Géminis, pero no sabía nada de Astrología, Tarot ni de Feng Shui, así que no podría saber si sus desacuerdos respondían a algo más fuerte que ellos mismos.

Hacia el tercer mes de su encierro psicotrópico voluntario, Daniela decidió que debía ir a su antigua casa, donde había vivido toda su niñez y donde había muerto recientemente su padre. Esperó a que su prima se durmiera, así casi a medianoche tomó prestada su camioneta Toyota FJ Cruiser y, luego de pensar que “Alejandra era la única psiquiatra con real que conocía”, manejó casi por inercia hasta la calle donde aprendió a correr bicicleta, donde se estacionó y esperó casi una hora, hasta que tuvo la fuerza suficiente para entrar en aquella casa que le removía tanto los recuerdos, incluso los que no encontraba todavía.

La mancha de sangre no había sido removida del todo en la alfombra del cuarto de su padre, de resto la habitación estaba pulcra, aunque se notaba el desastre ordenado posterior a las visitas de los forenses y demás carroñeros oficiales y civiles que asistieron a la escena del crimen de su papá. Extrañamente no sintió dolor o tristeza al estar allí. Revisó con calma cada gaveta y leyó detenidamente todos los documentos que encontraba, esperando quizás conseguir alguna prueba de una deuda o alguna amenaza, algo que la policía hubiese pasado por alto, pero en los lugares obvios no consiguió sino respuestas obvias: nada útil. Recordó la manía supuestamente secreta de su padre, de esconder sobre las láminas del techo de cielo raso, unas cajas de zapato con monedas antiguas y papeles de bancos o propiedades, pero imaginó que al vivir solo dejaría de esconder todo. De todas formas buscó en el techo y consiguió tres cajas que alguna vez fueron blancas y que ahora exhibían un brillante beige apolillado por todas partes. Se inquietó aún más cuando se percató de que no sintió emoción con ese hallazgo, sino miedo, un miedo puro e instintivo, que le erizó la piel y le enfrió las piernas y la espalda hasta la base del cráneo. Tenía que revisarlas aunque le sobreviniera un ataque de locura digno de la Daniela actual.

Como cualquier thriller de suspenso de los 50’s, la búsqueda en las dos primeras cajas resultó infructuosamente predecible, sólo objetos y documentos de valor relativo, que debían interesarle a su padre o a algún coleccionista sin vida propia, pero para ella todo era extremadamente fútil, no así la última caja, que precisamente guardaba más secretos que objetos dentro, pues apenas al abrirla mostraba manchas relativamente frescas de sangre seca, como la que ella misma había retirado de sus propios ojos la mañana siguiente al ataque de su padre. Sintió mucho miedo, imaginó que ella misma o alguien cercano a ella, como Alejandra, había encontrado algo de esa caja manchado de sangre junto al cuerpo sin vida de su padre y lo había guardado allí para que no fuese encontrado. Como fuera, tuvo la certeza de que estaba relacionado con la muerte de su padre, cerró la caja y se la llevó a casa de su prima. Estaba tan nerviosa que su instinto de supervivencia, bastante maltrecho por tantos medicamentos simultáneos, le ordenó que se retirara y que procurara seguir su búsqueda de respuestas en un lugar más seguro, como podía ser su actual cuarto en casa de su prima la psiquiatra, que además representaba un lugar más apropiado para cualquier ataque de locura, lo cual parecía ser inminente para su en extremo frágil humanidad.

Casi amanecía y Daniela no se atrevía a abrir aquella “caja maldita”, como ya la había bautizado. Pensó que si lo que había allí dentro le había causado la muerte a su padre y desencadenado semejante locura en ella, quizás sería mejor no indagar más en su contenido y destruirla sin mayor análisis, para permitir al tiempo, las medicinas y la terapia hacer su trabajo, a ver si lograba medio parapetear su cabeza y proveerle alguna posibilidad de futuro estable. Pero sabía que esa idea de no descubrir lo que había en la “caja maldita” era paja, de la más seca y quemada, que era cuestión de tiempo para que ella decidiera abrirla y buscar lo que sea que hubiera adentro. Por un momento estuvo segura que efectivamente sabía qué había en la caja y que ese miedo a abrirla se debía a que lo que encerraba era realmente horrible para ella, que eso podía ser la llave para recuperar sus recuerdos, esos que sentía que su mente había decidido olvidar para protegerla. 

Así fue como actuando en contra de sus mecanismos de autoprotección, Daniela abrió la caja y consiguió fotos y papeles sucios y viejos, manchados por aquella sangre. Había decenas de fotos suyas de cuando era una niña y de otras muchachitas que no logró identificar. En todas las fotografías las niñas estaban desnudas y en posiciones extrañas, mostrando su cuerpo como si les hubieran estado diciendo qué hacer y cómo posar. Sintió una rabia inmensa que seguro llevaba contenida y sintió que se le calentó el pecho y se le perforó el estómago con un dolor intenso. Quiso llorar pero las ganas de leer lo que decía una carta vieja y manchada no se lo permitieron, se trataba de la carta de suicidio de su madre, en donde hablaba del dolor y la culpa que le causó haber descubierto que compartía su vida con un “depravado y sádico” y donde le pedía perdón a ella, a su hija Daniela, por ser tan cobarde y acabar con su propia vida en lugar de matarlo a él. Fue así como Daniela rompió en llanto, sintiéndose muy sola y triste, pero liviana y tranquila, porque aunque no recordaba cómo lo había hecho, supo que había sido responsable de la venganza de su madre, de ella misma y hasta de las otras niñas abusadas por aquel monstruo que tuvo por padre.


Despertar (Daniela II)




Apenas amaneció y ya sentía retumbar en su cabeza cada ruido de los carros en la calle. No podía abrir los ojos y también sentía dolores en el resto del cuerpo, como cuando a los 19 años volvió a casa después de un fin de semana de rafting en Barinas con el primer novio que le había presentado a su padre, el más loco de todos y que siempre la arrastraba a esos retos imposibles para su metro sesenta de flojera y debilidad extremas. Pensó que aquel dolor era por la mala postura de la noche, porque no había despertado en la cama sino en el suelo de la sala. Tardó unos minutos en incorporarse pero aún no podía abrir del todo sus ojos, pensó que algo le había causado una alergia o que hasta tenía una conjuntivitis porque sentía un pegoste tieso en los párpados, así que entró directo a la ducha para lavarse la cara y masajear su adolorido cuerpo con el agua caliente.

Una vez aclarado el rostro bajo los múltiples e intensos chorros de agua, pudo abrir los ojos y al ver sus manos rojas no logró evitar el grito que le hizo doler aún más la cabeza. Estaba demasiado nerviosa, mientras descubría que casi todo su cuerpo estaba cubierto de sangre seca, sentía un asco que nunca había experimentado y un miedo que le erizaba toda la piel, y a pesar de que el agua era suficientemente caliente para no ser tolerada por el común de los humanos, Daniela sentía que unos latigazos fríos le recorrieron la espalda y las piernas. Se frotó con la esponja y la sangre le destiló incluso del cabello, donde terminó formando una espuma rosada con el champú.

Estaba aterrada, pensó que se había caído y roto la cabeza con algo, que por eso había despertado en el suelo, pero por más que se revisaba no encontró indicios de heridas. Se terminó de bañar desesperada y salió de la ducha sin secarse para revisar su cuerpo frente al espejo, pero sólo consiguió unos moretones en la parte interna de los brazos y sobre la rodilla izquierda, de resto estaba intacta, adolorida y asustada pero sin cortadas ni golpes de importancia, porque sabía que debido a su fragilidad capilar, era común que se encontrara moretones en los brazos y las piernas, más aún considerando que había dormido en el suelo. Se revisó la nariz, se tocó en todas partes, en todas, pero estaba normal. Allí su dolor de cabeza se intensificó a tal punto que temió desmayarse, sentía que el rostro se le dormía, tomó la toalla y se envolvió en ella antes de sentarse en el suelo para terminar acostada, hundida en un llanto ahogado producto del dolor y el miedo que la invadieron sin explicación.

Pensó en su madre, quiso que estuviera con ella, la extrañó tanto que olvidó que prácticamente no la había conocido porque había muerto cuando ella sólo tenía cuatro años. Fue entonces que entendió que aquella sangre no pudo haber sido suya, que había amanecido llena de la sangre seca de alguien más. Quiso recordar lo que había hecho la noche anterior pero no consiguió ningún recuerdo, ni de aquella noche ni de ninguna en específico, su temor fue mayor al encontrarse tan desorientada que sabiendo dónde estaba y quién era, no tenía ninguna idea de qué le había pasado. Se dio cuenta también de que tampoco sabía qué día era. Todo esto fue demasiado para ella, por lo que terminó desmayándose aún mojada y en posición fetal sobre el piso del baño.

Cuando volvió en sí, Daniela ya no sentía el dolor de cabeza, sólo un vestigio raro de la jaqueca previa, una molestia que le parecía insignificante en comparación a los dolores musculares. Sentía como si hubiera corrido un maratón, no había movimiento que no le causara dolor. Recordó que había despertado sucia de sangre ajena y trató de mantenerse calmada, quiso pensar y tampoco esta vez lograba recordar nada reciente. Miró a su alrededor buscando pistas que le indicaran qué había ocurrido y sólo encontró junto a ella, una blusa y un pantalón manchados de sangre. “Quien haya sido, seguro se  desangró encima de mí”, pensó mientras se incorporaba para caminar hacia la cocina tratando de dominar los dolores a cada paso. Una vez frente a la nevera pudo ver la hora en el microondas, pasaba de las cinco de la tarde, había quedado inconsciente casi todo el día. Se comió los restos de un sándwich que había en la nevera y se tomó un vaso de leche. Tenía mucha hambre pero también sentía náuseas, así que trató de comerse todo lo más rápido posible para poder recostarse en el sillón de la sala, porque entre los dolores y el mareo, temía caerse de nuevo.

Entendía que tenía un problema de memoria, suponía que de la memoria reciente, aunque no podía estar segura de cuánto tiempo tenía en ese estado. Cada intento por recordar algo la angustiaba más y la imagen de aquella sangre la desesperaba. Decidió llamar a su única prima, que además era psiquiatra y podía ayudarla, pero no recordaba su teléfono. Llamó al número de información y luego de preguntar por la fecha y asustarse aún más al escuchar la respuesta, tomó nota del número de teléfono de la casa de Alejandra Saglimbeni, a quien llamó inmediatamente para pedirle ayuda.

- Aló…

- ¡Aló! ¿Alejandra?

- ¿Daniela? ¿Eres tú?

- Sí prima, ven a la casa por favor… no estoy bien…

- Claro prima… ¿Pero Dónde estás? No sé dónde vives, no sé nada de ti desde que murió mamá, hace seis años que andas desaparecida de nosotros…

- No sé Ale, vente, ayúdame por favor, no sé nada… vente a la casa…

- ¡Ok! ¿Pero adónde Dani?

- ¡Al apartamento de mi abuela!

- ¿Estás viviendo en el apartamento de La Florida? ¿Eso no lo vendieron?

- Sí, no sé, aquí vivo… vente rápido, me duele todo el cuerpo y perdí el conocimiento temprano por un dolor de cabeza muy fuerte con el que desperté… ¡Ayúdame que estoy desorientadísima y tengo mucho miedo!

- ¡Tranquilízate, seguro es por la impresión, acuéstate que salgo ya mismo para allá! ¡No llores que todo estará bien prima! ¡Te quiero!

- Igual yo, gracias y apúrate…

Aún con aquella angustia y sus dolores, Daniela no pudo evitar arreglar un poco el apartamento, odiaba el sucio y no podía dejar que su prima la viera tan mal, debía ordenar un poco los cojines del mueble y, por supuesto, meter en la lavadora la ropa ensangrentada, que tanto la asqueaba y asustaba, con el ciclo más intenso y con todos los detergentes y quitamanchas con que contaba en su despensa. Cuando sonó el intercomunicador, no sólo la ropa estaba por terminar de lavarse, sino que ya se le había calmado un poco el dolor del cuerpo, consecuencia obvia de la casi sobredosis de calmantes y relajantes musculares que se había tomado, así que contestó más repuesta pero igual de nerviosa por dentro.

- ¿Sí?

- ¡Abre Dani, soy yo!

- Ok, sube…

La espera frente al ascensor se le hizo eterna, pensaba en qué podía decirle a su prima, temía estar volviéndose loca. ¿De quién había sido esa sangre? Ella era licenciada en administración, no bioanalista, de hecho, no había visto tanta sangre, al menos no desde el accidente en bicicleta en el que atropelló a su mejor amiga y la derribó hacia una cerca de alambres de púas que bordeaba el parque de su urbanización. ¿Será que esta vez también había auxiliado a alguien herido y por eso se había empapado de sangre? ¿O será que esta vez también había herido a alguien y por eso se había empapado de sangre? Decidió que hasta no recordar lo que había pasado, no mencionaría aquel detalle de haber despertado ensangrentada. Total, con lo loca que estaba, eso bien podría estar relacionado con algún ritual espiritista o hasta satánico y, en el mejor de los casos pero posiblemente el más asqueroso de todos, aquella sangre podría ser de algún animal, como una gallina o un perro. Como fuera, se concentraría en el otro problema, en el de “ser una rolo de loca desmemoriada”.

- Hola Dani, déjame abrazarte prima bella… ¿Cómo te sientes?

- Hola Ale, no sé, vente que no puedo estar mucho tiempo de pie porque tengo unos mareos de loca preñada y no quiero caerme al piso de nuevo… Esto ha sido muy fuerte y no sé qué hacer…

- ¿Que estás embarazada? 


- No chixca, es un decir... ando mala...


- Ok, pero ¿Te caiste? ¿Te golpeaste?

- Sí, no sé, supongo… lo cierto es que desperté con un dolor de cabeza terrible, no soportaba los ruidos ni la luz… me bañé y tuve que acostarme en el piso porque temía que me explotara la cabeza… estoy loca prima, imagínate que no sabía ni qué día era hoy y aún no recuerdo nada de nada, no sé nada reciente…

- Tranquila prima es normal, ven y acuéstate…

- ¡Coño! ¿Cómo que normal? Estoy loca y desmemoriada… eso no es nada normal, lo que me está pasando es una súper cagada vale…

- Tranquila… dime qué es lo último que recuerdas haber hecho o haber visto…

- No sé Ale, estoy en blanco, ni siquiera te recordaba catira, sé que mi tía murió de lo del cáncer, pero no recuerdo el funeral… y esto de hoy me tiene mal…

- Ok, relájate y piensa con calma a ver  qué recuerdas, qué hiciste o qué viste… mi pelo es así desde diciembre que me volví una loca Shakira y hasta me puse estas extensiones… y del funeral de mamá, no lo puedes recordar porque no hubo, ella quería que la cremaran sin shows mediáticos ni lloraderas… vainas de mami, así que tranquila, ¿No ves que todas estamos algo locas en esta familia? Hazme caso, relájate y trata de pensar con calma y cuando puedas hablamos... Tómate esto y descansa un poco que yo no me muevo de aquí.

Daniela durmió profundamente, como si efectivamente hubiera corrido en aquel maratón en el que nunca participó, mientras que Alejandra la cuidaba, entre preocupada y triste por ver a su única prima en aquella situación. Cuando despertó estaba más tranquila aunque sólo recordaba detalles corrientes, como haber comido en tal o cual sitio o haber visto tal o cual película. No había en su mente nada relevante ni definitivo, así que su prima decidió hablarle para ayudar a aclarar los hechos y apoyarla en ese trance de recuperar sus recuerdos, al menos más recientes.

- Daniela, no te angusties, tu memoria se irá componiendo gradualmente… es común en casos como el tuyo que la mente trate de protegerte y te esconda detalles que te resulten dolorosos o muy duros de asimilar, pero eso debe ser algo temporal…

- ¡Pero me da miedo esta vaina marica! No puede ser que yo ande en el aire y perdida como una loca más… ¡Hoy amanecí triple loca y eso no puede ser!

- No te preocupes, que no estás loca y esto se te pasará… seguramente que por estar tan alejada de la familia, sientes, además del dolor natural de la pérdida, alguna culpa o resentimiento hacia ti misma por lo que pasó…

- ¿Qué pérdida? ¿De qué hablas?

- De lo de mi tío… lo de tu papá… seguro viste la noticia temprano y eso te dejó trastornada… y no es para menos…

- ¿Qué paso con mi papá?

- Ok, Daniela, escúchame con calma y trata de no alterarte, yo estoy contigo y todo estará bien…

- Sí, ¿pero qué le pasó a mi papá?

- Aún no sé todos los detalles y seguramente sea como lo que viste en las noticias esta mañana, a mi tío lo consiguieron muerto anoche dentro de la casa y parece que se trató de un robo, que él se defendió como pudo, pero los asaltantes estaban armados con cuchillos y él no logró salvarse. Una vecina le dijo a mi papá que ya arrestaron a un vigilante de la urbanización y a otro tipo, que parece que era su cómplice, supongo que tenían en la mira a mi tío Rogelio y sabían que vivía solo… lo cierto es que parece que tenían el reloj y la cadena de mi tío, además como que les encontraron sangre en los zapatos, así que seguramente se cambiaron de ropa pero no de zapatos… no se sabe todavía…

- No puede ser, esto no puede ser…

- Bueno prima, me dijo la señora Carmen, la vecina del frente, que ella escuchó a los policías decir que no habían encontrado puertas forzadas ni cerraduras violentadas, así que piensan que esos malandros debieron tener de cómplice a la muchacha que iba entre semana a limpiar y cocinar, porque parece que era la única que también tenía llave de la casa de mi tío…

- No vale… esto es demasiado…

- Yo sé que esto es terrible y que te debe haber impresionado mucho, pero tienes que ser fuerte, además no estás sola, yo te acompañaré a la morgue y me encargaré de lo que necesites con la funeraria y esas vainas. Tranquila que de todo se sale y tú despertarás un día y habrás superado toda esta pesadilla.

- No prima, de esto no podré despertar...





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