La Maldición de las Bellas



Aquella no era una consulta común, de hecho se trataba de un caso bastante raro y no totalmente fisiológico, al menos así logró interpretarlo el Dr. Piquer a los pocos minutos de iniciada la conversación con su paciente. No le era atípico en apariencia, pues se trataba de un hombre atractivo muy joven, de apenas veintiocho años, claramente ocupado de su físico, por lo que naturalmente podría haberse pensado que acudiría a su consulta, como tantos otros, para procurarse pectorales, glúteos o pantorrillas más grandes, y así lograr la tan ansiada “armonía” con su por demás obvia musculatura grande y definida. La imagen contemporánea de cuerpo dibujado por pesas y pintado por el sol, que seguramente había sido exhibida, o lo estaría pronto, en campañas publicitarias de ropa interior o deportiva, hacía pensar que ese hombre seguramente estaría inconforme con alguna parte de su cuerpo y, dada la carencia de escrúpulos propia del siglo XXI, acudía a la consulta de aquel cirujano plástico con la disposición temeraria y determinación fiel de cualquier fanático religioso, para someterse a la intervención que fuese necesaria sin medir en riesgos de quirófano ni reparar en recuperaciones traumáticas. 
Sin embargo, este no era estrictamente su caso, pues al iniciarse la conversación, Andrés, como dijo llamarse, dejó bien claro que su problema no tenía nada que ver con sus proporciones corporales, al menos no de sus extremidades o torso, tampoco con sus características faciales, de las cuales no se encontraba conforme sino muy orgulloso, así terminó aclarando que lo suyo se limitaba al tamaño de su pene. No era tampoco de extrañarse, pues además de ser cirujano plástico, ampliamente reconocido por sus trabajos con misses y misters, el Dr. Alfonso Piquer era de los mejores especialistas en el área sexual, con apenas cuarenta y un años de edad, era de los pocos médicos con experiencias públicas exitosas en reconstrucción de genitales y hasta reasignación de sexo. Así que, si el problema de aquel hombre era un órgano sexual pequeño, seguramente él conseguiría una vía para ayudarle, de forma que no tenga que padecer ante la decepción que seguramente causaba en sus potenciales parejas, una vez descubierta su deficiente herramienta sexual, más aún al generarse expectativas especiales, dada su contextura y apariencia de modelo internacional.
Pero no resultó ser precisamente ese su defecto, al contrario, Andrés le explicó que su pene era demasiado grande y que quería que se lo operara para que luciera más “normal”. Aquello sí que era una consulta atípica, por lo que el Dr. Piquer le pidió que se desvistiera y le explicara bien cuáles problemas le estaba causando el tamaño de su pene. Andrés se abrió la correa y desabotonó el pantalón, lo dejó caer hasta los pies y se quitó la chemisse. Por encima se veía un bulto bien proporcionado en su interior, que combinaban perfectamente con sus grandes muslos y claramente fuertes abdominales, no había nada en aquella imagen que molestara a la vista, no había indicios de deformidad, al menos en reposo aquel miembro era vistoso mas no monstruoso y el volumen aportado por la bolsa testicular tampoco era excesivo, de hecho parecía tener las proporciones deseadas por el común de sus pacientes, que regularmente se quejaban de “sus bolas pequeñas y su güebo tímido”, que en reposo no alcanzaba a ofrecer un bulto decente en la ropa. Andrés se bajó también el interior hasta las pantorrillas y dejó libres contra la gravedad sus testículos y su pene, que si bien no podrían dejar de notarse, no resultaban chocantes por excesivo tamaño, se veían muy bien y eso tranquilizó al médico, que pensó que efectivamente se trataba de genitales grandes pero había la probabilidad de que aquél fuese un caso más psicológico y menos fisiológico, que requeriría un tratamiento diferente, pues aunque resultara en menos entrada de dinero, el Dr. Piquer era enemigo del dolor y prefería siempre agotar todas las opciones no quirúrgicas de las inconformidades físicas de sus pacientes, antes de someterlos a las soluciones traumáticas, dolorosas y más que todo irreversibles de las cirugías.
Ante la cara de interrogante del médico, Andrés comenzó a hablarle sobre lo que sentía sobre su cuerpo: – Fíjese Doctor, con mis testículos no tengo problemas, son bolas grandes pero no me cuelgan como a los viejos o los caballos, además, yo sé que se ven bien y tampoco tengo las piernas flacas y pequeñas, yo estoy bien con mi apariencia allí. Mi problema es esto (dijo agarrándose el pene con la mano, mientras le sobresalía la midad aún estando en total reposo) Yo tengo el pene grande y eso que está tranquilito, cuando se para es mucho más del doble y también es grueso.
Hasta el momento el Dr. Piquer no se encontraba incómodo ante todo aquello, le dijo a Andrés que no se cohibiera, que necesitaba evaluarlo durante la erección y que era necesario que lo “parara” para poder entender de qué estaba hablando. Andrés respondió: – No se preocupe que a mí se me para muy fácilmente, me gustaría que me lo midiera para que entienda lo que le estoy diciendo – Efectivamente, no tardó casi nada y tras manipularlo suavemente su pene se endureció y creció como si se tratara de los dinosaurios de gel que traían los caramelos, que crecían varias veces su tamaño al meterlos en agua. No era circunciso y hasta que no estuvo totalmente erecto, la punta se encontraba casi totalmente cubierta por piel, sin embargo, una vez que se tornó lo más rígido posible, el prepucio se recogió naturalmente mostrando la mitad del glande, una cabeza que ya parecía ser perfecta, de color rosado ligeramente oscuro y de tamaño similar al resto del pene. Funcionalmente resultaba sano y correcto, al agarrarlo con la mano hacia el cuerpo, la piel se movía sin dificultad, descubriendo totalmente la punta, su dureza era muy buena, de hecho se sentía como si se estuviera tocando un codo o una rodilla, era duro y tenía una ligera curvatura hacia el lado izquierdo, algo que apenas se notaba cuando se dejaba libre, sosteniéndose sólo con la fuerza de su erección. Se trataba de un pene grande y firme, bastante fuerte y decidido, como definitivamente lo desearía tener la mayoría de los hombres.
Luego de colocarse los respectivos guantes de látex, el El Dr. Alfonso procedió a examinar aquel miembro duro y grande de su paciente, lo palpó y apretó en varias partes, le presionó desde abajo entre los testículos y confirmó que todo estaba funcionando perfectamente en aquel pene, no había signos de ninguna anormalidad más allá de la evidente magnitud de la cual ya no había dudas. Claro que era grande, con la cinta métrica lo midió: veinticinco centímetros de largo y de circunferencia casi diecisiete centímetros. Sin embargo, no se trataba de algo que él mismo no hubiese visto en películas pornográficas, de hecho era como estar en presencia no sólo de un actor porno, sino de una estrella de la industria pornográfica, aquel pene era similar a los modelos de vibradores y consoladores que se exhibían sin ningún pudor en las vidrieras de las tiendas de juguetes e implementos sexuales, sólo que este era de piel, bastante menos bronceado que el resto del cuerpo, con arterias reales y mucho más caliente que la goma de la que estaban hechos aquellos modelos “a escala”. 
Una vez superada esta parte de la consulta, tranquilizado el miembro y vestido el paciente, retomaron la conversación sobre la necesidad de Andrés de hacerse de un pene más “normal”, o según lo fraseaba él mismo “someterse a una cirugía de acortamiento de pene”. El Dr. Alfonso le repitió lo que ya él sabía, que su pene estaba en perfectas condiciones y que si efectivamente aquél no era un pene normal tampoco era extremadamente grande como para hacer imposible el coito ni vaginal ni anal, lo podría dificultar si no había una preparación suficiente, pero explicó que tanto la vagina como el ano son bastante capaces de recibir satisfactoriamente un miembro como el suyo y que, si acaso podría experimentar inconvenientes, sería con vaginas que no sean lo suficientemente profundas, como para evitar molestias al tratar de introducirlo completo.
Evidentemente todo esto era ya del conocimiento de Andrés, quien procedió a explicar los detalles de su caso:– A mí me gusta mi pene, o sea tener el pene grande no es algo que me moleste, incluso desde chamo, cuando comencé a crecer, estuve muy emocionado con tenerlo grande, aunque tampoco estaba seguro de si era o no grande respecto al resto de los hombres, hasta que comencé a tener relaciones sexuales, no fue sencillo pero me adapté y aprendí los trucos para lograr una buena lubricación y poder realizar la penetración sin mayores traumas. Yo soy bisexual, al menos hasta ahora he tenido relaciones con mujeres y con hombres y realmente no tengo ninguna preferencia definitiva por alguno de los dos lados, sobre eso ya estoy bastante tranquilo y sin mayores rollos porque ya entendí que en cuanto al sexo me gusta todo. De hecho, mi relación sexual ideal, mi mayor fantasía siempre es estar con una mujer y un hombre a la vez, no con un “transfor” con güebo y tetas, sino con una chama y un chamo, tipo normales. Sobre lo que me dice de las vaginas y los culos, es totalmente cierto, o sea, con eso no he tenido problemas, cero conflictos ni dolores, al menos nada que no resulte placentero para ambas partes. Mi rollo está en que según lo que he verificado hasta ahora, mientras tenga el pene así de grande no podré tener una relación estable, al menos no una relación sana en la que yo me sienta bien. –
Ante la pregunta del doctor sobre lo que él definía como una relación sana y qué rol estaba jugando su pene en contra de la estabilidad de sus relaciones sentimentales, Andrés continuó explicando: – A ver, cómo lo puedo poner de una forma que me pueda comprender sin darle tantos ejemplos, el problema es que una vez que pasamos a lo sexual, dejo de existir y me convierto en el güebote que sólo está allí para complacer y que no piensa ni siente más allá de lo sexual. Parecerá una estupidez pero ya estoy hasta el cansancio de comprobarlo, si conozco a una persona, no importa si es hombre o mujer, todo marcha muy bien hasta que tenemos sexo, luego de tirar, no importa lo que yo haga o deje de hacer, soy perfecto, aquel enamoramiento no es normal. Uno pensaría que con el fetiche de los penes grandes, los hombres se volverían locos y se obsesionarían conmigo, pero no es así, claro que me pasa que se quedan pegados en el tema de sexo, sexo, sexo, sexo, pero las mujeres también, incluso las más tranquilitas terminan todas diablas sexuales, queriendo sexo y más sexo, como si yo fuese sólo una máquina sexual y ya. Sé cómo suena, sé que es ridículo que un tipo venga aquí a decirle que quiere que le ponga el machete más corto porque está cansado de ser tratado como objeto sexual, pero le digo doctor, que no exagero, el nivel de imbecilidad en el que se convierte la gente una vez que me ve el pene es increíble, no importa qué haga yo, cuán degenerado y rata me ponga, están dispuestos y dispuestas a pasar por todo con tal de que siga teniendo relaciones con ellos y ellas. Tampoco es que les he pegado a ver si se dejan golpear y todo, pero no por ellos, sino porque eso no me gusta, no podría, pero sí me he puesto maltratador y hasta humillante y TODO me lo perdonan, sin que yo siquiera me disculpe ni les muestre arrepentimiento, es como si yo, o mejor dicho, mi pene, fuese un tipo de droga, se dejan hacer lo que sea con tal de tenerlo. Una vez le dije a una chama que no me gustaba su perro, con el que tenía casi diez años viviendo, y al día siguiente me llamó para decirme que lo había dejado abandonado en La Lagunita, donde seguramente alguien lo rescataría y lo cuidaría, o sea! Yo sé que me he conseguido con locas y locos de atar pero no puede ser que TODO aquél con quien me relacione sea peneadicto.
– ¿Pero siempre ha sido así? ¿No has logrado tener ni una relación sana o al menos normal?
– Nunca, o sea siempre es la misma locura, hay veces en que lo tratan de disimular pero es sólo cuestión de tiempo para que yo descubra que hacen lo que sea, incluso interesarse por mí, sólo para no perder lo del sexo conmigo. Y no es locura mía, no estoy tratando de buscar excusas para sabotear mis relaciones y desconfiar de todos siempre, para nada estoy muy claro y tanto ha sido así que mi terapeuta sólo me recomienda paciencia y está de acuerdo conmigo, aunque él como todos cree que alguien debe no desquiciarse tanto por un pene y terminar interesándose realmente en mí. Lo que pasa es que estoy ya cansado de lo mismo siempre. No me malinterprete, ha sido riquísimo, esto de ser como un dios sexual es lo máximo, pero la soledad aturde y cuando ya pasa el tiempo y saturan las experiencias, la esperanza se pierde y con ella la muerte es sólo una formalidad, y la verdad yo me siento muy vivo y con muchas ganas de vivir, claro que quiero tener sexo y mucho, pero quiero que haya algo más también, necesito tener un pene más normal que me permita conocer a alguien y que no corra hacia mi pene como lo hace un  insecto con la luz. –
– ¿Y tú estás seguro de que se trata de tu pene solamente? Porque tú eres un tipo atractivo y claramente sexual, tu forma de vestir, tu cuerpo, eres precisamente el prototipo de todo lo que se vende en publicidad asociado con el sexo y tienes que estar consciente de eso también, tú trabajas para eso, los ejercicios, el bronceado, el corte de cabello, la ropa... –
– Claro que sé que soy atractivo, me gusta ser atrayente, sexual, no tengo problemas con eso, es lo del tamaño de mi pene lo único que desbalancea todo. Yo empecé a cuidarme más recientemente, así, a hacer ejercicios, tratando de buscar algo más que llamara la atención en un esfuerzo vano por desviar la obsesión por mi pene, pensaba que con las piernas más grandes y los brazos y todo, haría parecer más pequeño mi pene, pero nada, la vaina ha sido como igual, o sea, ahora levanto mucho más, pero eso con ropa, luego ya desnudos la peneadicción es la misma. Yo he leído de operaciones para reducir el tamaño del pene y quiero eso, quiero un pene normal. ¿Usted cree que estoy loco, que son pendejadas mías? Usted lo vió, usted sabe cómo son los penes normalmente. ¿No es viable una operación? ¿No tengo solución? –
– La verdad sí es grande y es raro todo lo que me cuentas, pero definitivamente tú eres el único que tiene ese problema y sabe cómo le ha afectado. Yo no he tenido ese inconveniente, por suerte mi genética dio para que yo estuviera bien conforme con el tamaño del mío y no he tenido mayores problemas en mis relaciones, así que no puedo opinar sobre lo que tú sientes y quieres. Al parecer sufres lo que algunos llaman “la maldición de las bellas”, esa situación en la todo gira en torno a la belleza o el deseo sexual que inspira la mujer y que la lleva a ser siempre utilizada y considerada sólo como un objeto sexual sin importar nada más de ella, que en el caso de los hombres le suelen llamar “el síndrome del güebo de oro”, algo muy común que hace que el hombre se aproveche de su poder sobre sus parejas, fomentando el machismo, pero que en tu caso parece ser ya algo extremo. –
– Tal cual, yo sé que suena ridículo pero es así… ¿Y usted cree que me puede operar? –
– Sí, hay forma de hacer que tu pene sea menos grande y creo que podría lograr que se redujera un poco el grosor y el largo sin afectar la sensibilidad y principalmente el funcionamiento, aunque es algo delicado y nada mejor que nunca tocarlo con un bisturí. Sobre las cicatrices no debería haber mayor problema y todo eso se podría manejar. Aunque yo creo que tocaría hacer un estudio psicológico más completo sobre el caso particular, antes de proceder a evaluar la técnica y el objetivo quirúrgico. Tú sabes más que nadie lo que significa el pene en nuestra cultura y lo que puede afectar en la personalidad, me consta que todo el cuerpo importa pero los genitales y el tema sexual es mucho más influyente de lo que puede parecer. Así que te recomiendo cautela y que agotes todas las instancias primero. En esto hay que ser muy cauto y actuar según el libro, así no haya mucho escrito sobre este problema en particular. –
Antes de irse del consultorio, más tranquilo y con la confianza que le inspiraba el nuevo doctor, Andrés se acercó nuevamente y le preguntó cuál era su opinión personal al respecto, ante lo cual el Dr. Piquer fue incluso más claro de lo que se esperaba de él, pero sin culpa porque incluso él estaba siendo ya víctima de la influencia que inspiraba aquella presencia: – Francamente puedo entenderte, sin embargo, y no quiero que me malinterpretes porque yo tengo pareja y no estoy insinuándote nada más allá, sólo para serte honesto, por un momento me costó trabajo mantener la posición profesional que viste y que mereces como paciente. Cuando te desvestiste y te bajaste el interior me pareciste perfecto, no vi el problema, pero cuando te lo pusiste erecto sentí que salivaba y que se me secaba la boca al mismo tiempo, cuando te toqué quise más que explorarte acariciarte y si no hubiera estado tan sobrio como médico, me hubiera arrodillado para hacerte sexo oral sin que importara mi pareja, ni mi profesión, ni nada más que el placer que me hubiera ofrecido tenerlo en mi boca. Por eso te entiendo y creo que sí debes ver con un psicólogo qué es lo que se puede hacer y si recomienda la cirugía, pues que te la hagas…
Ante esa confesión tan honesta pero no del todo sorpresiva, Andrés le dijo: – Menos mal que me entiende y que nota que no es invento mío, y no me malinterprete a mí, ojalá yo tuviese una pareja como usted luego que me opere, una relación seria con alguien inteligente y bien parecido, no sólo sexo, aunque fíjese en esto… – y tomó de la mano y se la llevó hasta el pantalón para que sintiera lo duro que ya estaba, aprisionado dentro de aquel pantalón, producto de lo que acababa de escuchar… Así, luego de sonreírle y picarle el ojo, se fue pensando en que pronto rompería con aquella “maldición”.

8 Response to "La Maldición de las Bellas"

David Dagnino dijo...

Excelente, perfecto.

Rodney Gardie dijo...

el cuento o el tipo??? JAJAJAJAJA!!!

Jocelyn dijo...

¨Deliciosa¨ lectura mi estimado, una narrativa impecable.

Gustavo M. dijo...

Oye te felicito mi estimado Rodney, eres bueno con las letras! Muy elaborada tu narración.

Daniel P. dijo...

Genialisimo vale! Fuiste tan claro en cada detalle que por un momento estuve dentro del consultorio viendo todo lo que pasaba.
Me encanto :)

Daniel

Eluisana dijo...

jajajaja.......esta muy excelente!!!!

REINALDO dijo...

Pues lo tomaran a guasa o relato erótico,pero esto sucede de verdad en la consulta,excelente historia,Rodney

Rodney Gardie dijo...

Si lo sabrá usted que es cirujano plástico! Remítelo a psiquiatría o córtaselo!... jejeje

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